Podría sonar como un paraíso de la convencionalidad tener 26 años, ser escritora y que te ofrezcan un cargo de gerente de un fondo editorial, que además queda al cruzar la calle de casa, agregado el hecho de que este fondo pertenece a un ministerio afin a la segunda carrera que estudias. Se supone que debes dar un brinco al techo, y sentirte toda una tipa realizada...esta claro, esto si hablamos dentro del campo de las convencionalidades. Ahora, este mismo escenario tan florido podría convertirse también en un pequeño infierno cotidiano si lo vemos desde otro punto de vista, el de la inmensa red de corrupción, negligencia y resignación que son los ministerios de nuestro país.
Los gatos tienen más de cuatro patas, y eso lo sabemos, aunque nos hagamos los pendejos. Es así como en desahogo necesario de mi humanidad vomito esta historia para saldar cuentas con la conciencia, o para dejar compartir solidariamente mi pequeño tormento, me importa poco a qué termine sonando esta crónica fisiológica de calvario. Queda algo de mi espíritu libertario que se resiste, bien...estoy viva aún.
Ese inmenso edificio de ventanas cerradas, esas paredes altísimas de un beige oscuro, casi gris, cagadas de palomas, guardan dentro de sí lo que sería para mí el quiebre definitivo, el arrebato de agotamiento necesario para estas cuatro extremidades y un tronco que llaman "muchacha". Y podía suponer que sería así, ocho años de servidora pública me debían dar las claves de que volvería a caer en la trampa y esta vez la caída libre contra el suelo, boca y nariz rota, sería desde un escalón más alto de la escalera mental de losburócratas. Igual acepté. Creo que para entonces se me había olvidado que poco tiempo atrás por andar creyendo en la utopía de la nueva institucionalidad me mandaron con el sebin. Mala memoria de carajita.
El reto era armar un fondo editorial que pudiera ser la fuerza divulgativa de toda una política educativa de una nación en “revolución”, esa era en principio la idea de Omaira, la primera jefa, que con más experiencia que yo también sabía que poco o nada la iban a dejar hacer, Omaira es una suerte de milagro que a veces sucede en este tipo de instituciones, una luz chiquita, ahí, terca, que alumbra la oscuridad perpetua de lo que ya está muerto, tan occidentales somos para no comprender la muerte. Y tal como lo predijo, así fue, a la semana de yo haber “entrado” a ese edificio altísimo de paredes beige, casi grises, cagadas de palomas, por una gaceta oficial Omaira se enteró que otra persona ocuparía su cargo, así, sin más, por orden del presidente de la república, las llamadas previas no se hicieron, “es parte de la religión” diría Charly.
Si hay algo que existe, que se puede tocar, respirar hasta llenarse los pulmones, en estos largos pasillos de pisos lustrados, es la incertidumbre...al poder no le interesa que los que todos los días vienen a hacer su “trabajo” sepan para qué “trabajan”, saben para quién porque ven a los ministros en la tele, más allá de eso nada que ver, calladito te vez más bonito; la estrategia es, mientras menos sepas qué se debate a puerta cerrada, donde suponemos los genios deciden el destino de un país, y en este caso de la política educativa, imaginate tú; es mejor, porque así viene...la incertidumbre, que es una especie de bicho que lo invade todo y que empieza a manifestarse en los comentarios irónicos de baño compartido, en las miradas suspicaces, en las reuniones seudo clandestinas de café, donde sólo se sientan a hablar los que tienen un sueldo raso , condición que los iguala en la miseria, ahí no caben los gerentes, por más que también sean unos pobres pendejos asalariados, excluidos de la genialidad patriótica y altisonante de los “decisores”.
El nuevo jefe, un típico mequetrefe, no podía evitar ese aire de mediocridad que expiraba cada vez que se le ocurría escupir alguna estupidez ilustrada, él tenía claro que su papel era irrefutable, que esta cuerda de ignorantes qué podía venir a contradecirle, si él, conocedor de la verdad, elegido del buró, se sentaba todas las tardes con el “ministro” (a esta altura no se si existe realmente tal sujeto) a hablar de los que los hombres importantes hablan, para eso tenían a todo un rebaño de idiotas que afirmarían con sus cabezas por la eternidad con tal que no le toquen su salario, su bono y sus cesta tickets. Esto no es algo extraordinario, este tipo en particular es de los que te maneja un cierto combo de palabras logradas, esas que ni siquiera entienden ni ponen en práctica, pero que saben muy bien como usar para escalar, pasito a pasito, en su carrerita de burócratas, un típico bicho de uña de ha engendrado este “proceso”. Que vaina más jodida que te la venga a aplicar un tipo que habla de la otredad, de la razón de los pueblos nuestroamericanos, etc, etc, etc. Además de sádico, denunciado por acoso sexual...una joyita el tipo realmente. A pesar de eso, y con todas las señales de alarma, flechas con luces de neón dormían todas las noches conmigo, le soplaban la sopa a mi hija en el almuerzo, hasta se venían conmigo a tomarse una birra de vez en cuando...aún así, no renuncié.
Para los que fuimos criados con el estigma de la culpa, este tipo de situaciones nos coloca en entredicho, nos pega en la pared y nos lame la cara, qué hacer, cómo soportar el clamor de los papeles arrumados por firmas, los rostros impacientes por recibir ordenes, la paralización de propuestas construidas para la firma del jefe, que se traduce en dinero, que se traduce en robo de dinero, que se traduce en la ruina de un país. Una se sienta entonces frente a la pantalla, hoja en blanco a escribir lo que cree debería hacerse a pesar de todo y sin “lineamientos”, conversa con los compañeros (a los que llama compañeros sí) de trabajo, inventa talleres, foros, conversatorios, hace reuniones por fuera para sondear propuestas, se instruye sobre el oficio, se autoengaña con todas estas cosas para salvarse de la culpa. Mientras pasa la “transición”, “refundación”, “recapitulación”...y todas las demás re que se les ocurra. Pero no pasa, no pasa, algo así como el clásico “mi amor no lo volveré a hacer”.
Algo mal cuando el camino se te hace largo y los pies te pesan, te pesa la vista, cambias el escritorio y lo colocas frente a la ventana, colocas música, eso pasó al segundo mes, aún así nada era perfecto porque la vista de El Ávila me la tapa otro edificio, igual de beige, cagado de palomas también, como todos los edificios del centro de Caracas, he pensando que un día de estos nos comerán las palomas, vendrán en manadas desde la Plaza Bolívar a comerse nuestros zapatos con sus piquitos infectados.
Está demás decir que las instituciones de nuestro país son exactamente la misma cloaca de corrupción, agonía y des-humanización de la vida que hace 30 años, exactamente lo mismo, porque la lógica sobre la cual funcionan, sí, "funcionan", no ha cambiado, por más perorata de un discurso socialista desde el poder burgués, por más "cuadro" político que asume direcciones, gerencias o etceteras. La idea de trabajo sobre la que se sostienen las instituciones del Estado es la misma idea reciclada, agotada, coñoemadre de siempre, y esto no es una deuda de este “proceso”, este proceso ha contribuido a fortalecer al Estado como ente rector de la vida ciudadana, es así, déjese de creer en el pajarito preñado de la revolución dentro de la revolución...dato importante, las revoluciones no se hacen sumando POAs.
Fueron cuatro meses de exilio del sentido común, y la saliva se me espesa al pensar que algunos días, decir "buenos días", tomar la taza de café (recuerdo de otro ministerio!!) y encender la pantalla de la computadora para revisar "la red" era hasta placentero, y es lógico, este sistema parido por nuestra querida democracia representativa, está hecho para que la gente se sienta placida, resignadamente placida, pues la llamada de la línea interna llegará y tu tarea será cumplir la orden del día, tranquilo...aquí nadie te está pidiendo que pienses, el jefe piensa por ti. Así, de a poco, fui entrando en la rutina del absurdo, fui entrando en la culpa del que llega tarde, en la culpa del que no quiere hacer el cuadrito de excel, la culpa del que no quiere ir a la octava reunión de la semana, la culpa de quien ya no soporta "buenos días" y el miedo latente de los "subalternos" a que los despidas, será por eso que te saludan a pesar de que pienses que eres una"muchacha" loca que vino con las pretensiones de cambiar lo que "es así", lo que "siempre ha sido así", lo que "desde que yo entré acá, hace 30 años, es así". Confieso que hubo tardes en las que me provocó gritarles, dejar de ser cordial, me provocó levantarlos de sus sillas y preguntarles por qué, por qué estaban ahí si desde hace cuatro años en esa editorial nada se ha editado, si no se hará porque cada vez que han cambiado a los ministrillos, unos más mediocres que otros, han venidos nuevos presidentes a querer hacerse de Che Guevara resucitado, y ellos han asumido entonces desde el conductismo hasta la pedagogía crítica con la misma cara de resignación, porque finalmente no importa, el salario varía cada 1 de mayo, ahora debemos ponernos las gorritas rojas y hablar de Paulo Freire, como si les importara, como si alguna vez en su puta vida se habrán sentado a leer quién carajo era ese tipo.
Es una orden no un convencimiento. Ahí está el punto, la profunda contradicción de un proceso político que sigue apostando a que dentro de las instituciones que hace la gente, que reproduce la lógica gerencial y adeca, se construirá una sociedad nueva, emancipada, libre. Que cuentico más macabro y dañino.
El problema no era la editorial, ni los trabajadores que se llaman "familia" entre ellos, es decir que el "presidente" vendría siendo el padre de todos...sape gato, vuelvo a repetir, es una vaina macabra. El problema era yo. El inmenso edificio donde de vez en cuando veías esperar bajo el sol a los guardaespaldas del ministro en sus viriles motos de alta cilindrada, será, seguirá siendo el mismo depósito de engaños, el soporte económico de la dependencia, una enorme esponja que le ha quitado años de vida a cientos de personas por un salario miserable que llevar a la casa, y de repente, si te portas bien comprarte un carrito, una nevera, una moto, "para sentirte bien".
En estos espejos nos miramos, dejaremos de pararnos con nuestras dos piernas, dos brazos, un cerebro, y sobre todo un corazón, frente a una imagen que no nos dice de la rebelión que parió a este pueblo, que desde el Guaicaipuro pa' acá le ha reventado en la pata a la conquista para no dejarse morir?. Seguiremos prefiriendo la imagen de la conformidad por miedo a romper el espejo, y hacerle una mueca a la mueca del gato de Alicia?
Pero he decidido renunciar, ahora al salir de casa miro al frente ese edificio alto de paredes beiges, casi grises, y pienso...a mi también me cagaron las palomas.