jueves, 2 de octubre de 2014

Cuando se hizo el silencio (la ley de las culpas)

Si una se queda en silencio o habla bajito, tallando el piso con los ojos, es porque la lágrima te ha pasado por la garganta haciendo nido en el centro del pecho, un agudo que se calma las noches en que puede el amor sostener las puertas abiertas, el cielo en que nos hacemos una isla. 

Si una queda en silencio es porque teme no conservar la calma del deletreo, porque algunas palabras nos colocan en medio, como en calles ciegas con espejos, y debemos mirarnos, debemos declarar algo, seguir diciendo. Quien escucha cuenta entonces para completar el dúo de la sonoridad. Se me ocurre de repente un aire que te mira a los ojos y te dice –habla, el tiempo puede envolverte pero no ahoga-

Si una queda en silencio es porque aún conserva el cuerpo en un terreno primario, brutal, de exilios amplios con la razón…el recuerdo no quiere hacerse palabra, y se configura en imágenes sueltas, en un calor de la piel, en un dolor agudo, el futuro determinándose de un tajo, un árbol caído a metros del suelo, golpe seco.

Tenía 19 años cuando tuve mi única hija, aún no puedo hablar de esos nueve meses sin que se me haga un nudo en la garganta, hay quien dice que es mejor no recordar, otros convertimos los dolores en puntos de abrir luces, en paranuncamás. Habrá un lugar dónde colocar el recuerdo y dejar que ese animal de carne se calme? Los años de ternura que hemos cosechado bajo el agua, donde reconocemos nuestros cuerpos parecidos, las bocas y los ojos, y el cabello que giramos en mismo tono en el aire de las muchas casas donde hemos vivido. Consonantes son las manos con que aprendimos a comer, a gatear, a tomar otras manos. Todo eso es la calma. 

La vida no tiene lecciones, avanza como un cíclope ciego y luego se detiene para que ordenemos de nuevo el camino. Al final del día queda el beso junto que desde el primer día nos dimos en la boca, nosotras…que llevamos dentro un fuego vivo, uno que no nos deja dormir la noche entera, uno que nos ahoga de risa, que nos llora hondo hasta vidas pasadas.

La primera vez que aborté Alma aún era pequeña, y su vida dependía de mis manos, cada paso que aprendimos tenía un signo que cambiamos en formas sonantes. En esos días no quedaba tiempo para casi nada, y sin embargo Alma sostenía el arroyuelo que fue mi cuerpo. 

¿Quién diría entonces que ahora no valdrían los signos ni las señales? Vienen preguntas a mi cabeza…querer o no querer hacen la diferencia de la decisión? Qué es tener un hijo? Y qué es no tenerlo? Esa vez el eco no conmovió los cimientos de mi espíritu, yo fui con el peso de mis brazos a buscar ayuda, encontré varias voces de mujeres que abrazaron mi espalda, y sin embargo el aborto es un acto profundamente individual, no había otro en el cual depositar el miedo, la culpa instaurada desde la abuela. Las mujeres que hemos abortado podríamos hacer memoria y con ella armar cientos de imágenes semejantes, el dolor que te dobla en dos, la sangre tuya que se va, el grito contenido, un brazo que abraza a otro brazo, frío hasta en los huesos, silencio, silencio.

Las pastillas hicieron su efecto, y todo desde lejos se ve tan simple, y sí lo es, los órganos reaccionan a los estímulos, se estremecen y tienen consecuencias. Una no piensa, una es una más. Piensa antes, cuando todo lo que nuestra razón impone nos dice hacer, cuando miramos alrededor y la existencia de la dificultad prela sobre el deseo. Miles son las razones por las cuales una mujer decide abortar, todas son válidas pues es su cuerpo. Ninguna mujer hace fiesta de esta decisión. Cada una tiene una historia que contar, casi siempre nos llenamos de silencio. Consultamos al poder para decidir sobre nuestro cuerpo y esto también está prohibido, si morimos en el proceso entonces la culpa es totalmente nuestra, el poder se lava las manos y pasamos entonces al plano de lo privado.

No es más fácil para una atea abortar, porque la cultura no es sólo los conceptos con lo que nos volteamos el guiro y construimos a modo propio con los años, sino la palabra condenante con que aprendimos a pensar, la culpa a vivir, la necesidad de ser “buenas”, el maniqueísmo de la existencia, la doble moral de una sociedad que miente, que golpea y esconde la piedra.

Podría ayudar que una no piensa que dios va a venir a castigarte, podría no ayudar la idea de la familia heteronormativa que todas tenemos en la cabeza, no importa que el padre sea un tipo cualquiera, la madre una dependiente emocional, y los hijos los vehículos de la carga. Hablamos en términos de condena, de culpables, de castigo…gracias padre nuestro que estás en los cielos, tú cuidaras de los hijos condenados a vivir la miseria de una sociedad desigual, a los que el hambre devorará en menos de tres años, a los que sus padres no podrán enseñarle el tercio color de las luciérnagas y perderán el ritmo de su latido en el olvido de la crueldad, la verdadera, que mata y le quema las narices a los incautos. Este es el mundo que tenemos y el que queremos cambiar, este es el mundo inmerecido donde la magia atisba en algunas palabras dulces, en las multitudes que se defienden de los asesinos, de los curas, de los presidentes, de los banqueros, de los ejércitos, de los sicarios.

La segunda vez, tenía una certeza, descubrirla te coloca en un terreno infinito de liberación, tener un hijo no te ata a una condición, lo que queda por delante es la pulitura de un camino que ni siquiera nos pertenece, un hijo no es un agregado, ni una propiedad, nos necesitamos y luego sólo nos une el amor. Tampoco hubo señales, el deseo con que se gestan los insomnios, ir y venir de la proyección del futuro, las capacidades aprendidas, el miedo a la vuelta atrás, al paranuncamás. Me quedó esta vez la sensación de vacío, la nostalgia de lo que no fue, aún veo niños pequeños en las calles y me conmuevo, pierdo la mirada y no me sentencio; no hablo desde la muerte, sino desde la mejor conciencia de la vida.

Concluyo en que ese silencio, son también nuestras contradicciones, hablar nos da la posibilidad de convertir nuestros aprendizajes en campo para las sinceración de una sociedad. Esa es la revolución, una sociedad que aprende y es capaz de reflexionar, que decide desde la historia de la opresión para transformarla en dignidad. Tuve la suerte de haber crecido en familia feminista, de conocer las alternativas, de creer que mi decisión vale. Otras, miles, han muerto por mala praxis médica, por desconocimiento, por ser condenadas, por mujeres y por pobres. La sordera del Estado no es gratuita, atrás, el poder sigue decidiendo sobre la cama, la casa y el vientre.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Caracas no es para gente triste

Es un acto infinito escribir sobre una ciudad que apenas podemos tocar con los ojos, el ejercicio es hacer nuestro el territorio y  llenarlo de significados, en el saco hemos metido olores, ideas y gente, hemos metido al tiempo. A algo debe sabernos el lugar donde dormimos acompasados de pasiones gatunas masoquistas, a algo la sinfonía de fantasmas en las sienes de sus habitantes, los visitadores y los eternos domadores de la danta que María Leonza dejó ir por descuido de sus muslos. Caracas es siempre un poco más. Sus piernas abriéndose sobre las avenidas como par de puentes entre el miedo y la nostalgia. Son las cinco de la tarde y luz invita a amarse, a hacer una película o quedarse mirando las manos extendidas sobre el cielo. Caracas detenida para ser contada.

Yo nací en esta ciudad hace veinte seis años, aún así no puedo decir que soy de acá, cuando escucho a Osuna leyendo sus poemas del Guaire me salta una consonante en el pecho, la ronquera de la voz y la vida sórdida me hace creer por momentos que sí, que esta es mi tierra, pero no. Caracas puñal de boca al suelo, fría de narrar y colmada de amores gratuitos, cuando más cerca estoy más le temo, por eso le huyo y escupo el suelo antes de irme, no se me vaya a olvidar que yo la odio. La noche que empecé hace once años aún no ha terminado, ato claves en el piso, dejo señales debajo de las mesas de los cafés, pauto besos en las estaciones del metro, dejo cenizas en los parques, pretendo sembrarlas, tengo hijos, decido no tenerlos, amo y recuerdo, compro libros, los regalo, rompo la cascara de las paredes y hago formas circulares, lloro y camino, tomo la mano, guardo piezas de colores y canciones, me leen las cartas, me designo por mercurio, me dejo llevar, me callo, grito, invento la soledad y me la pongo en el rostro, alquilo la nación ardiente donde se esconden las cosas simples, río. Regreso. A Caracas siempre regreso con la boca seca y los ojos crecidos, suspiro hondo de terminales y aeropuertos, respiración cortada de brazos y espaldas.

Antes, cuando Caracas era un recuerdo, y las vacaciones la razón de acercamiento, estábamos en paz ella y yo, distantes y de encuentros fortuitos, nuestro único problema era el ruido,  los años que estuve fuera de ella los pase en silencio, como viviendo de puntillas sobre un algodón. El 23 de enero era una fabula, Antimano la infancia de mi padre, Sergio apagando las luces del cuarto de la abuela para que no lo olvidaran, para que nadie nunca olvidara que el enemigo mata, con cara de PM, cara de banquero, cara de “guanábana”. Santiago de León tenía algo que ver con este paisaje, aquí hay una guerra que avanza como un cuerpo inmortal, trasmutado en canto hondo y en disparo a quema ropa, volví de un exilio prestado y entré de nuevo en la guerra.

Cuando nos conocimos de verdad, nos estrellamos como una pared atomizada. Nos juntó un golpe, sangre nos unió, eso y las agallas de la piel cuando se abre para minarse de sol, mucho había que hacer y aprender. Del barrio a la palabra, de las terrazas al desasosiego, del boulevard a la escuela, de la reunión al silencio, del laboratorio a las bibliotecas, de los bares a las camas, de la asamblea al café, de la cocina al hospital, del nacimiento al dolor, del quiebre al ala del Fénix. Nunca nos entendimos bien, cruzamos el umbral de la inocencia y nos volvimos testigos de nuestras vidas en paralelas bipolares, histéricas, tristes. Consumamos una distancia prudente después de habernos roto los huesos y habernos reído multitudinariamente en las plazas públicas y las avenidas. Hicimos un recuerdo, existimos.

Ahora es distinto, y nos queremos. Aprendimos a usarnos en las calles medias, a temer mutuamente nuestras peores costumbres. Ella suele cazar gente en las grandes avenidas, a mi me gusta provocar desastres discursivos y luego ponerme a llorar. A veces ilumina a mis amigos para que sigan creyendo que hacen lo justo, que son útiles a las múltiples causas de la existencia planetaria, los deja pensar tranquilos en los parques, enamorarse. Otras, y últimamente, Caracas nos llueve hasta los ombligos, nos castiga con un reclamo de bruces a las interminables y maquiavélicas esperas del tránsito y la soledad. Al final del día cuando nos cansamos de ser, ella cuelga la noche en un péndulo sobre nuestros ojos para hacer de las suyas, yo me quedo dormida con un párpado alerta por si un día decide irse, nunca más volver.


La culpa de no es de Winston

De pequeña no me dejaban ver casi nunca la tele, hablaban conmigo de las pocas horas que consumía de pantalla en la semana, tras ese aparato negro siempre hubo un monstruo al que llamaban en mi casa, alienación. Años después entendí que mientras la tele me invitaba a admirar a una niña rubia y sometida recordada como Candi Candi, el gobierno les llenaba de plomo el cuerpo a los estudiantes, y las madres trabajaban tres veces más para comer una vez al mes carne roja. Perdoné a mis padre por toda la censura, finalmente y a pesar de todo tenían razón, eran los noventa y no había tintas medias en este país, -la verdad nunca han existido-. Radicalizas la lucha o te vas convirtiendo en cómplice de tus enemigos.

El problema no es individual, acudo a la memoria para que no me lleve el asombro, ni la arrechera, ni la clásica retórica del resentimiento. Hace unos días al llegar a casa encendí la tele, puse Tves, oh sorpresa…realmente nos sorprende? Estaba Wiston Vallenilla haciendo gala del papel de estúpido que asumió interpretar, en una revista mañanera, enlatado de estereotipos, un supermercado chino de lugares comunes y cliché…entonces una respira profundo, hace zapping, sigue haciendo zapping, para intentar comprender de qué mala jugada se trata todo esto, y de cómo en un canal del Estado se empieza a repetir un Rctv metamorfoseado en el espectro radioeléctrico que según la constitución nos pertenece a todos y todas.

La industria del entretenimiento ha pasado años estudiando las maneras más finas, precisas y probadas de atraer al espectador en ese mínimo instante, segundos apenas en que determinamos qué nos gusta y qué no nos gusta, qué vamos a consumir esas noche durante al menos una media hora; si el culo plastideforme de una tipa en plano detalle, o la rima indescifrable y amenazante del periodista del noticiero. Los contenidos que consumimos diariamente no nacen de la nada, sabemos que no son inocentes, nos median, nos filtran el pacer, las definiciones y la voluntad. ¿hay alternativas?, apagamos la tele?, salimos corriendo? Hacemos otra tele? Asumimos que esta es una guerra silenciosa y voraz? Sobre estas preguntas hemos pasado al menos los últimos veinte años de país, ese país que también existe en la boca de quien se ha cansado de babiar la misma publicidad y se cansó de hacer el papel de espectador idiotizado, sobre estas preguntas se han abierto cientos de radios comunitarias, periódicos pagados a duras penas, cientos de horas de programación radial, televisiva, documental; sobre esa pregunta hemos querido desdoblarnos en la certeza de que una revolución también implica otra comunicación, y que no íbamos a esperar años para empezar a colocar la balanza de nuestro lado, recuperamos la calle y también el aparato que nos trajo hasta la idea de accionar frente a la pantalla nuestro imaginario, el que aún estamos inventando.

Entonces, la culpa es de Winston?, la culpa es del gobierno y su nefasta política comunicacional? El problema es que no nos sentimos identificados en esa pantalla, que nuestras luchas, las necesidades comunicativas no aparecen en la tele y eso nos enoja?...si nos quedamos anclados en eso es porque seguimos creyendo que somos gobierno, y que desde ese poder determinamos la construcción de un discurso emancipatorio que apela por la dignidad, la solidaridad y el apego a las formas expresivas más libertarias.


No, la culpa no es de Winston, la culpa no es ni siquiera de este gobierno, ni de su política comunicacional negligente…si pudiéramos salir un poco del letargo en el que estamos sumergidos, si dejáramos de esperar que un partido nos envíe un mensajito de texto o una invitación formal para reclamar lo que como pueblo nos pertenece, entonces no nos estaríamos quejando del imbécil de Winston, ni de Delcy Rodríguez, ni de Nicolás, saldríamos de la sorpresa cómoda y al menos haríamos un comunicado, como sujetos y  sujetas revolucionarios que somos en reclamo a un uso de nuestro espectro radioeléctrico nacional, que en este momento asumimos como secuestrado por la industria cultural de la que llevamos años metiéndole coñazo filosófico, y formación permanente, pero cómo nos cuesta la acción concreta. Y si no como realizadores o comunicadores populares y alternativos, al menos como espectadores críticos…tiene que haber alguien que se atreva a decirles, desde Nicolas para abajo…Acá hay un pueblo que no es pendejo y no se cala más la subvaloración de nuestra inteligencia, acá hay un pueblo creador, hermosamente capaz de generar contenidos que hablen desde nuestros dolores y alegrías, desde nuestras reflexiones más autenticas y ancestrales, acá no existe más pueblo sometido al imaginario de otra clase.

Nosotros y nosotras hemos dado ejemplo de la diversidad amplia y nutrida de nuestras luchas, tanto nos ocupa el pan que llevamos a la boca, como el río que cruza nuestra tierra, tanto nos ocupa el cuerpo como el agua, como el pago justo, como la semilla limpia, tanto nos ocupa el arte como la ciencia, como el plano y el color, y la forma y el discurso; porque de todo esto asumimos ser parte y no testigos. Nada se nos pasa por debajo de la mesa porque ante los potenciales negociadores de nuestras vidas y los de siempre, peleamos con la cara lavada, con la legitimidad que nos ha dado este tiempo, las manos que hemos puesto a la tarea.


Por tanto tenemos el derecho de ajustar cuentas, de seguir colocando la balanza de nuestro lado en todos los terrenos, también en la imaginación. La justicia no cae del cielo ni viene empaquetada, la justicia se construye diariamente y en esa batalla hemos puesto toda la voluntad, la inteligencia, el amor y la creatividad; el silencio o el murmullo sólo sirve para alimentar las fauces del oponente histórico, para darle cancha al despotismo, a la sensación de frustración que invade la conciencia de los que hemos vivido estos últimos quince años aferrados a la creencia de un gobierno-pueblo-país-Chávez, y nos hemos quedado con las últimas tres palabras. Si nos detenemos un poco a mirar todos los elementos nocivos, todas las arrecheras contenidas, los espacios de los que hemos salido apaleados, las atrocidades de las que somos testigos; y si eso nos sirviera para creernos capaces de transformar la realidad desde otro lugar, uno más sincero quizá, más cercano a nuestras prácticas de vida, entonces es probable que la culpa también sea nuestra, y  lo que nos queda por hacer es bastante, suficiente como para saber que es imposible rendirse. 

sábado, 16 de agosto de 2014

Crónica de una burócrata: Cuatro meses, otro exilio

Podría sonar como un paraíso de la convencionalidad tener 26 años, ser escritora y que te ofrezcan un cargo de gerente de un fondo editorial, que además queda al cruzar la calle de casa, agregado el hecho de que este fondo pertenece a un ministerio afin a la segunda carrera que estudias. Se supone que debes dar un brinco al techo, y sentirte toda una tipa realizada...esta claro, esto si hablamos dentro del campo de las convencionalidades. Ahora, este mismo escenario tan florido podría convertirse también en un pequeño infierno cotidiano si lo vemos desde otro punto de vista, el de la inmensa red de corrupción, negligencia y resignación que son los ministerios de nuestro país.

Los gatos tienen más de cuatro patas, y eso lo sabemos, aunque nos hagamos los pendejos. Es así como en desahogo necesario de mi humanidad vomito esta historia para saldar cuentas con la conciencia, o para dejar compartir solidariamente mi pequeño tormento, me importa poco a qué termine sonando esta crónica fisiológica de calvario. Queda algo de mi espíritu libertario que se resiste, bien...estoy viva aún.

Ese inmenso edificio de ventanas cerradas, esas paredes altísimas de un beige oscuro, casi gris, cagadas de palomas, guardan dentro de sí lo que sería para mí el quiebre definitivo, el arrebato de agotamiento necesario para estas cuatro extremidades y un tronco que llaman "muchacha". Y podía suponer que sería así, ocho años de servidora pública me debían dar las claves de que volvería a caer en la trampa y esta vez la caída libre contra el suelo, boca y nariz rota, sería desde un escalón más alto de la escalera mental de losburócratas. Igual acepté. Creo que para entonces se me había olvidado que poco tiempo atrás por andar creyendo en la utopía de la nueva institucionalidad me mandaron con el sebin. Mala memoria de carajita.

El reto era armar un fondo editorial que pudiera ser la fuerza divulgativa de toda una política educativa de una nación en “revolución”, esa era en principio la idea de Omaira, la primera jefa, que con más experiencia que yo también sabía que poco o nada la iban a dejar hacer, Omaira es una suerte de milagro que a veces sucede en este tipo de instituciones, una luz chiquita, ahí, terca, que alumbra la oscuridad perpetua de lo que ya está muerto, tan occidentales somos para no comprender la muerte. Y tal como lo predijo, así fue, a la semana de yo haber “entrado” a ese edificio altísimo de paredes beige, casi grises, cagadas de palomas, por una gaceta oficial Omaira se enteró que otra persona ocuparía su cargo, así, sin más, por orden del presidente de la república, las llamadas previas no se hicieron, “es parte de la religión” diría Charly.

Si hay algo que existe, que se puede tocar, respirar hasta llenarse los pulmones, en estos largos pasillos de pisos lustrados, es la incertidumbre...al poder no le interesa que los que todos los días vienen a hacer su “trabajo” sepan para qué “trabajan”, saben para quién porque ven a los ministros en la tele, más allá de eso nada que ver, calladito te vez más bonito; la estrategia es, mientras menos sepas qué se debate a puerta cerrada, donde suponemos los genios deciden el destino de un país, y en este caso de la política educativa, imaginate tú; es mejor, porque así viene...la incertidumbre, que es una especie de bicho que lo invade todo y que empieza a manifestarse en los comentarios irónicos de baño compartido, en las miradas suspicaces, en las reuniones seudo clandestinas de café, donde sólo se sientan a hablar los que tienen un sueldo raso , condición que los iguala en la miseria, ahí no caben los gerentes, por más que también sean unos pobres pendejos asalariados, excluidos de la genialidad patriótica y altisonante de los “decisores”.

El nuevo jefe, un típico mequetrefe, no podía evitar ese aire de mediocridad que expiraba cada vez que se le ocurría escupir alguna estupidez ilustrada, él tenía claro que su papel era irrefutable, que esta cuerda de ignorantes qué podía venir a contradecirle, si él, conocedor de la verdad, elegido del buró, se sentaba todas las tardes con el “ministro” (a esta altura no se si existe realmente tal sujeto) a hablar de los que los hombres importantes hablan, para eso tenían a todo un rebaño de idiotas que afirmarían con sus cabezas por la eternidad con tal que no le toquen su salario, su bono y sus cesta tickets. Esto no es algo extraordinario, este tipo en particular es de los que te maneja un cierto combo de palabras logradas, esas que ni siquiera entienden ni ponen en práctica, pero que saben muy bien como usar para escalar, pasito a pasito, en su carrerita de burócratas, un típico bicho de uña de ha engendrado este “proceso”. Que vaina más jodida que te la venga a aplicar un tipo que habla de la otredad, de la razón de los pueblos nuestroamericanos, etc, etc, etc. Además de sádico, denunciado por acoso sexual...una joyita el tipo realmente. A pesar de eso, y con todas las señales de alarma, flechas con luces de neón dormían todas las noches conmigo, le soplaban la sopa a mi hija en el almuerzo, hasta se venían conmigo a tomarse una birra de vez en cuando...aún así, no renuncié.

Para los que fuimos criados con el estigma de la culpa, este tipo de situaciones nos coloca en entredicho, nos pega en la pared y nos lame la cara, qué hacer, cómo soportar el clamor de los papeles arrumados por firmas, los rostros impacientes por recibir ordenes, la paralización de propuestas construidas para la firma del jefe, que se traduce en dinero, que se traduce en robo de dinero, que se traduce en la ruina de un país. Una se sienta entonces frente a la pantalla, hoja en blanco a escribir lo que cree debería hacerse a pesar de todo y sin “lineamientos”, conversa con los compañeros (a los que llama compañeros sí) de trabajo, inventa talleres, foros, conversatorios, hace reuniones por fuera para sondear propuestas, se instruye sobre el oficio, se autoengaña con todas estas cosas para salvarse de la culpa. Mientras pasa la “transición”, “refundación”, “recapitulación”...y todas las demás re que se les ocurra. Pero no pasa, no pasa, algo así como el clásico “mi amor no lo volveré a hacer”.

Algo mal cuando el camino se te hace largo y los pies te pesan, te pesa la vista, cambias el escritorio y lo colocas frente a la ventana, colocas música, eso pasó al segundo mes, aún así nada era perfecto porque la vista de El Ávila me la tapa otro edificio, igual de beige, cagado de palomas también, como todos los edificios del centro de Caracas, he pensando que un día de estos nos comerán las palomas, vendrán en manadas desde la Plaza Bolívar a comerse nuestros zapatos con sus piquitos infectados.

Está demás decir que las instituciones de nuestro país son exactamente la misma cloaca de corrupción, agonía y des-humanización de la vida que hace 30 años, exactamente lo mismo, porque la lógica sobre la cual funcionan, sí, "funcionan", no ha cambiado, por más perorata de un discurso socialista desde el poder burgués, por más "cuadro" político que asume direcciones, gerencias o etceteras. La idea de trabajo sobre la que se sostienen las instituciones del Estado es la misma idea reciclada, agotada, coñoemadre de siempre, y esto no es una deuda de este “proceso”, este proceso ha contribuido a fortalecer al Estado como ente rector de la vida ciudadana, es así, déjese de creer en el pajarito preñado de la revolución dentro de la revolución...dato importante, las revoluciones no se hacen sumando POAs.

Fueron cuatro meses de exilio del sentido común, y la saliva se me espesa al pensar que algunos días, decir "buenos días", tomar la taza de café (recuerdo de otro ministerio!!) y encender la pantalla de la computadora para revisar "la red" era hasta placentero, y es lógico, este sistema parido por nuestra querida democracia representativa, está hecho para que la gente se sienta placida, resignadamente placida, pues la llamada de la línea interna llegará y tu tarea será cumplir la orden del día, tranquilo...aquí nadie te está pidiendo que pienses, el jefe piensa por ti. Así, de a poco, fui entrando en la rutina del absurdo, fui entrando en la culpa del que llega tarde, en la culpa del que no quiere hacer el cuadrito de excel, la culpa del que no quiere ir a la octava reunión de la semana, la culpa de quien ya no soporta "buenos días" y el miedo latente de los "subalternos" a que los despidas, será por eso que te saludan a pesar de que pienses que eres una"muchacha" loca que vino con las pretensiones de cambiar lo que "es así", lo que "siempre ha sido así", lo que "desde que yo entré acá, hace 30 años, es así". Confieso que hubo tardes en las que me provocó gritarles, dejar de ser cordial, me provocó levantarlos de sus sillas y preguntarles por qué, por qué estaban ahí si desde hace cuatro años en esa editorial nada se ha editado, si no se hará porque cada vez que han cambiado a los ministrillos, unos más mediocres que otros, han venidos nuevos presidentes a querer hacerse de Che Guevara resucitado, y ellos han asumido entonces desde el conductismo hasta la pedagogía crítica con la misma cara de resignación, porque finalmente no importa, el salario varía cada 1 de mayo, ahora debemos ponernos las gorritas rojas y hablar de Paulo Freire, como si les importara, como si alguna vez en su puta vida se habrán sentado a leer quién carajo era ese tipo.

Es una orden no un convencimiento. Ahí está el punto, la profunda contradicción de un proceso político que sigue apostando a que dentro de las instituciones que hace la gente, que reproduce la lógica gerencial y adeca, se construirá una sociedad nueva, emancipada, libre. Que cuentico más macabro y dañino.

El problema no era la editorial, ni los trabajadores que se llaman "familia" entre ellos, es decir que el "presidente" vendría siendo el padre de todos...sape gato, vuelvo a repetir, es una vaina macabra. El problema era yo. El inmenso edificio donde de vez en cuando veías esperar bajo el sol a los guardaespaldas del ministro en sus viriles motos de alta cilindrada, será, seguirá siendo el mismo depósito de engaños, el soporte económico de la dependencia, una enorme esponja que le ha quitado años de vida a cientos de personas por un salario miserable que llevar a la casa, y de repente, si te portas bien comprarte un carrito, una nevera, una moto, "para sentirte bien".

En estos espejos nos miramos, dejaremos de pararnos con nuestras dos piernas, dos brazos, un cerebro, y sobre todo un corazón, frente a una imagen que no nos dice de la rebelión que parió a este pueblo, que desde el Guaicaipuro pa' acá le ha reventado en la pata a la conquista para no dejarse morir?. Seguiremos prefiriendo la imagen de la conformidad por miedo a romper el espejo, y hacerle una mueca a la mueca del gato de Alicia?

Pero he decidido renunciar, ahora al salir de casa miro al frente ese edificio alto de paredes beiges, casi grises, y pienso...a mi también me cagaron las palomas.

sábado, 31 de mayo de 2014

CONDUCTAS INSANAS DE LA MENTE II (haciéndole el coro a Ale)

Cuando la gente habla del "amor" , y en mi caso cuando digo -la gente-, me refiero a una amplia gama de hombre y mujeres por encima de los treinta años, escritores, cinéfilos, filósofos, audiovisualeros de toda raza, militantes de las causas justas (estos son excepciones, pues la realidad que se de ha transformar no pasa por el concepto del amor, -eso no se los cree nadie-). Sigo, cuando la "gente" habla del amor pasa como relámpago a traición de la razón, que la imaginación me planta un inmenso globo blanco por encima de sus cabezas, en ese momento de lucidez y franqueza total con que la gente habla del "amor", ese globo toma la dimensión de una pantalla de cine a todo color, por donde pasan las imágenes más estereotipadas, cursis y lugar comuneras que nuestra querida colonización mental nos ha sabido configurar como imaginación.
Es así como podemos en ese ejercicio del escucha, silencio comprensivo de la incondicional, mezclar nuestros recuerdos con una escena erótica de cine italiano, o una canción ochentosa de la trova, o incluso ponemos a interactuar al personaje en cuestión (víctima o verdugo) con nuestra propia experiencia acerca de este pináculo de la vida, "el amor". 
Nos convertimos en una especie de cupido experimental, terapia sin recursos para una conversa de la descarga, estas conversaciones pueden preferiblemente ir acompañadas de los más variados licores, depende siempre del concu-amoroso en cuestión, o de la intensidad de ese "amor" del que hablamos. El siguiente paso suele ser un estadio más bajo de esta construcción cultural del impulso carnal llamado "amor",que es el "despecho", el "guayabo" mejor llamado, ni idea de por qué, lo cual se entiende como la ausencia del "amor", la imposibilidad de, el agotamiento por exceso, por falta o por incomprensión; en todos los casos esta parte de la conversación es siempre más amplia, te puede agarrar en un sofá ajeno hasta las cuatro de la mañana en las posiciones de pierna silente más inverosímiles de la acrobacia trasnochada, o en el despacho del Tercer Mundo con un español machucado de un mesonero asiático al que llamamos durante toda la noche -epa chino!-, y esto pasa porque seguramente los presentes tendrán más experiencia en este eslabón de la vivencia amorosa, que en la primera fase del idilio (entiéndase que en todo momento estamos hablando de los sentires pasionales producidos entre parejas, arrejuntes o peor-es-nada), en algún momento del largo espectáculo de llantos, sorbos del vaso hasta el fondo, colillas de cigarro en cerritos nauseabundos y humeantes, abrazos esporádicos, una se hace la pregunta entre dientes, -carajo pero si tenía cuatro meses con el tipo como puede ser un despecho tal?- o peor aún -pero si todos nos dimos que la tipa no te quería hace tres años, cómo tú no?, será pendejo o qué?-. Una pasa de ser de un cupido a un cruel Pepe Grillo de la razón absoluta, el experimentador precoz, el Paulo Cohelo de la nocturnidad. 
Pero como sabemos cómo termina el cuento, porque lo hemos escuchado mil veces, empezamos a darle la vuelta en esa ruleta rusa infeliz de la suposiciones, -quizá si no hubiera presionado tanto, si tuviera más tiempo, si me hubiera dado cuenta antes no habría perdido estos años de mi vida, si le hubiera parado bolas a la intuición, quizá no era tan mal idea lo de la terapia de pareja, bla bla bla- todo queda en el recóndito escondrijo del fracaso, y esa es la trampa en la que se engarza el escucha, quien en su perdida de visión objetiva o de rol coyuntural pasa a ser también víctima del "guayabo", que debe ser algo así como un estado de la conciencia, un país en otra dimensión, un llegadero, porque el que todos pasamos en tránsito de iniciación al sentido último de la vida, se supone que pasar por esta "prueba" te hará más sabio, -me sirvió para entender muchas cosas de mí- -a veces agradezco que la vida me haya dado este golpe tan fuerte--bla bla bla- , cuando decimos estas frases trilladas, desvinculadas a cualquier carne-alma, en realidad estamos pensando -ese hijo de p...- -por qué seré yo tan idiota, dios mio pero si era tan obvio- -que horror cómo pude pasar tanto tiempo y por qué no se me quita esta vaina ya- -será que todavía- -y si le escribo, noooo, y sí lo llamo, noooo- también bla bla bla. 
Las conductas insanas de la mente en su mejor momento, revolcándose en el atolladero del resentimiento, el filo del quiebre, el despojo absoluto de la soledad desnuda, uno o dos golpes?, aquí es cuando se dispara caoticamente el atragantamiento de la palabra, y ya no nos funciona el guionsito de bajo presupuesto del experimentador precoz, nos hemos quedado con las manos vacías y la garganta seca, viene el llanto, viene la rabia, viene el arrepentimiento. Sí nuestro ahora receptor de misiles odio-mundo, víctima total del desencanto de la humanidad, cumple bien su rol, te consolará con cartones como -pero eso pasó hace ya tiempo negra, no vale la pena que, mejor pidamos otra cerveza, pero si finalmente tu nunca quisiste realmente a ese tipo, es que nunca te has dado el tiempo, bla bla bla- snif snif , acto incomparable del subsuelo, corazones rotos a mi!. La respuesta esperada -tienes razón, no se por qué no puedo superar esta vaina, es que es muy duro, tú entiendes no?- , en esta parte ya no hay globo blanco, todos yacen desinflados por el suelo, por completo rendidos ante el lugar común de la existencia pueril.
Al día siguiente, metro como escenario del relato (en su defecto calle con mucha gente), retrato devuelto por vidriera, ojos hinchados, boca roja, el peso de la culpa astral de la memoria, recuerdas el momento en que decidiste salir del recinto de la intimidad confidencial, dejar a la "gente" con su historia en una mesa, para marcar 04----- , para luego escuchar piiiiiiiiii,piiiiiiiiiii,piiiiiiiiiiii (interminable onomatopeya de la valentía efímera) -su llamada será atendida por el buzón de mensaje-. 

jueves, 8 de mayo de 2014

De una en unas

Crónica de un Movimiento de Mujeres  -  I Parte  

Hay historias que son contadas porque vale la pena saberlas, y porque en el ejercicio de la escritura también se abren ventanas perceptivas que dejan entran pequeñas luces para la vida de quien la cuenta. Para que perduren, las historias nos deben conmover, sean cortas o largas, verosímiles o no, ellas tienen la capacidad de colocarnos en un lugar vivo, para existir con el recuerdo; así es que nos convertimos en presente con la memoria, de ella tomamos palabras para ponerle nombre a las pasiones, a las rabias, a los amores. Esta que les contaré abre su boca para abarcar varios tiempos, varias dimensiones del relato, habla de tiempos de vida individual, de tiempos históricos continentales, de tiempos narrativos del testimonio, tiempos indescifrables, oceánicos casi, tanto como el alma de una mujer.
Confieso que tuve que sentarme a ver cómo corría un agua milenaria por debajo de mis pies, mojé mis manos, las sumergí un poco, y sobre todo escuché. He dejado que el agua resuene en mi cuerpo para que me diga algo, he descubierto que esas voces líquidas que han surcado la tierra para abrir camino las he llevado conmigo en silencio, me han acompañado siempre, esperando que un día empezara a entender los códigos de las mareas altas, y los pechos desnudos de las ancianas.
Más justamente definida esta es la historia de un grupo de mujeres, cada una de ellas es una oralidad vivificante, paisajes enteros las habitan, amplios campos subjetivos, debe ser por eso que decidieron un día llamarse en totalidad Mujeres por la vida. Un hilo invisible me une a ellas, un hilo de sangre y de agua; sobre a todo a dos, una que me dio la vida, y otra que me la salvó; por eso lo que vendrá es nacido puramente de la comprensión del amor, de la niña que fui y la mujer que ahora soy, gracias a ambas puedo decirlo. Me disculpen las cronistas, las sociólogas también. Esta es una crónica narrada desde el corazón, lo demás lo acompaña.

El silencio era parte
Los noventas eran años de silencio, después del estallido social del 89, lo que quedó de cielo fue rentado, y lo que quedó de cuerpo se intentó callar a punta de asesinato y tortura,  todo estaba en venta para el extranjero, el hambre de un pueblo entero fue la ley que el neoliberalismo supo imponer en América Latina, los y las venezolanas no nos escapamos de eso. El detalle que nunca supo entender la clase opresora, es que esa otra clase ninguneada siguió guardando adentro el fuego del 27 de febrero, ahí estaba calcinando la premura de organizarse en un desde abajo traducido en fábricas, en universidades, liceos, vecindarios en voz a cuello. Traducido en pueblo alzado contra las medidas económicas que llevaron a los pobres a ser cada día más pobres, y a los ricos a ser los señores absolutos de una guerra hambreadora y asesina. De esa lucha venía Verónica, y con ella su compañero y su hija, basta una mirada para entender la altivez con que esa mujer recuerda su vida.
Después de dar una vuelta por la feria del libro, en la ciudad de Caracas, nos sentamos a tomarnos un café, sin azúcar para ella, con leche para mí, así fuimos hablando de lo cotidiano, de la política nacional, de la casa, de mi padre y de mi hermano, luego saque el grabador de voz, el REC marcó la diferencia de la que ahora además de mi madre, era una testimoniante, una de las fundadoras de Mujeres por la Vida. El cómo llegó a serlo es lo que nos acerca a la razón determinante de la amistad y la solidaridad como parte fundamental de este Movimiento de mujeres, y de Verónica. 

Impuesta la guerra del silencio en el país, ella llegó a Barquisimeto, ahí se integró a diferentes espacios de participación política de izquierda, Mujeres por la Vida no como otros espacios de militancia, este grupo –cuenta- de algún modo se convirtió en parte de la familia que hizo por opción, pues en ese tiempo a los y las perseguidas políticas les tocó reconstruir sus vidas, trasladarse a territorios del cero, y abrir las puertas necesarias para existir de nuevo.  Un espacio de contención, piensa. Verónica cuenta de ese tiempo con la fuerza de quien ha mirado de cerca la guerra, de quien valora el trozo de tierra que pisa, protege a cuerpo entero ese lugar desde donde habla, -si hay memoria no hay derrota- pasa por mi cabeza. Así llegó a aquella ciudad, así conoció a Jota, a Ana, a Graciela, y con ellas empezó a encontrarse, a mirarse, a entenderse en una dinámica distinta a los espacios políticos de los que Verónica había sido parte antes, donde la mirada de la espiritualidad y la hechura de ser mujer, mujer pobre, no había tenido el valor que desde entonces no ha dejado de tener para ella. Quizás me equivoco, pero Verónica en ese tiempo fue también muy feliz, nosotras, las hijas de esas mujeres también lo fuimos, la alegría era también parte, la supimos compartir como el pan. Las niñas que éramos participábamos en las marchas del movimiento cargando las pancartas “Salud, agua y comida al pobre es prohibida” decían; las calles de La Carucieña eran las venas de una lucha de pasos pequeños, diarios, que hombres y mujeres daban para la  construcción de una sociedad distinta, para entonces la esperanza era una cosa que se armaba como magia del empeño en las cocinas de las casas de estas mujeres mientras hablaban de sus vidas; del otro lado los hombres hablaban de “política”. Jota lo recuerda y se ríe,  después entendieron que parte de su militancia pasaba por el reconocimiento de sus historias, por el acompañamiento paciente y permanente de otras mujeres, por la búsqueda de un lugar para sentirse libres de llorar, contar, cantar, soñar. La “política” tenía que también dar cuenta de la vida, la más llana y concreta.

*
Cuando una habla con Jota, puede reconocer que la sabiduría es esa capacidad de escuchar el torrente de agua milenaria que un día aparece en medio del tiempo de una mujer, abarcándolo todo; entonces una tiene dos opciones, o brincas por encima de la corriente como si fuera un obstáculo, y se te inunda la casa;  o te sientas un segundo a ver qué cosas te dice, a ver qué aprendes. Jota escuchar los códigos de las mareas altas y los convierte en un lenguaje que toca las fibras más dormidas de nuestra imaginación. Lo rectifiqué unos días que fui de visita a su casa.  Majo, hija de Jota y miembra del Movimiento, después de nueves meses de cariño y paciencia, había dado a luz a Eva, Jota era abuela por tercera vez, entonces pasé por allá para conocer a la nueva irreverencia, a la primera mujer del mundo, y ahora última de mi árbol familiar, que como madre, hice por opción. 

Una de esas tardes, Jota me habló de su experiencia en Mujeres por la Vida “…en el año 92, en un contexto muy convulsionado desde el punto de vista político, surgieron muchos intentos de organizarse desde lo autónomo, desde otra parte que no fueran los partidos políticos, lo cual en Barquisimeto tenía una amplia tradición. Nos juntamos hombres y mujeres que veníamos de distintas experiencias, algunos de la parte cristiana, del trabajo de base comunitaria vecinal, y de la ideología asociada a la teología de la liberación; ya yo venía de la experiencia de trabajo con mujeres en el barrio El Trompillo, en la parroquia Unión, donde habíamos trabajado en un grupo de apoyo a mujeres en situación de violencia intrafamiliar… Después yo me inserte en el trabajo comunitario acá en esta zona (La Carucieña), teníamos un trabajo político acá con un colectivo que se llamaba Solidaridad, de ahí empezamos a pensar en la posibilidad de organizar un trabajo con mujeres, era eso, no era organizarnos como mujeres; la visión era de que fuéramos un grupo más que participara en el espacio político de aquí”.

Darse cuenta
Empezar a trabajar a partir de la situación de violencia con otras mujeres de esta comunidad, les permitió darse cuenta de la propia violencia instaurada en sus vidas, entonces más que un acompañamiento hacia afuera, la necesidad era construir un lugar de reconocimiento de las situaciones comunes a cada una de las mujeres que iniciaron esta labor, donde prevaleciera la confianza y la amistad, “juntarnos nos llevó a descubrirnos como mujeres, que no era nada más trabajar para hacer la denuncia del neoliberalismo imperante, sino era también empezar a descubrir nuestras propias opresiones, situaciones, condiciones de vida que también esa era una lucha; que la lucha no era solamente como pobres sino también como mujeres que teníamos condiciones específicas de opresión”. Este elemento es quizá el que diferencia a Mujeres por la Vida de otros movimientos feministas, a pesar de que en ese momento no se consideraban como tal, la lucha que estas mujeres asumieron se fue convirtiendo en el reconocimiento de un sistema de opresión cultural en los rasgos de la cotidianidad, la dominación no sólo de clase sino también de género; ese proceso no fue sencillo, cuentan ellas, muchas se fueron, otras se quedaron, a todas –reconocen- les costó darle valorar al espacio de encuentro semanal, hacerlo prioridad, asumirlo como propio. La conciencia de la desigualdad es un disparador para la transformación de la realidad opresora, y en este caso la realidad era ser mujer pobre en un país capitalista, bajo un gobierno represivo, en una lógica implantada donde otro –hombre- domina a la otra –mujer-. La doble condición de opresión empezó a ser llamada por su nombre, ¿sería al menos un alivio nombrarla?, ¿no lanzarla a un análisis de lo exterior sino sumarla a una interiorización de la vida misma?

La cocina de Ana funcionó como recinto, Verónica recuerda que esas reuniones que hacían primero en la casa de Ana, y que luego turnando en la casa de cada una, lo más placentero era necesidad de verse, de tocarse, de contarse, es así como la “agenda” de reunión se daba en un tiempo mucho menor al compartir posterior alrededor del fuego. Los murales que hizo el movimiento, y que aún resisten a la lluvia y al sol en las paredes de algunas avenidas de Barquisimeto, reflejan esa unión, sus colores lo dicen, la profunda convicción de la revolución desde el sentir, de la solida marejada en que se convirtieron estas mujeres, unas unidas a otras, de los brazos y de las piernas, una fuerza de estallido y de flama permanente. La amistad entre mujeres.

“Empezamos a encontrar en esa cocina, a construir esa calidez de la amistad, después hacíamos actividades que tenían que ver con conocernos más, profundizar en nuestras situaciones personales, en nuestra historia de vida, eso también lo hicimos siempre en esas primeras etapas, había reuniones que no tenían que ver con planificar actividades, sino con conocernos nosotras, y con acompañarnos en nuestras vidas, de ahí fuimos valorando la importancia de la amistad, y sólo después es que descubrimos que el patriarcado actuaba a través de la competencia entre mujeres, entonces le empezamos a dar todavía más fuerza política e ideológica a esto, para nosotras eso era esencial, sin eso no había mujeres por la vida”

Citan a la investigadora mexicana, feminista, Marcela Lagarde, dice ella que “para el patriarcado todas las mujeres somos iguales e indistintas, fácilmente sustituibles unas por otras, y lo que contrarresta eso es la valoración que nos damos a nosotras mismas, y en cada una es valiosa y única.” Identificar la permanente competencia entre mujeres es parte de la lucha contra el patriarcado, uno de las actividades que Mujeres por la Vida guarda en fotos y relatos, es la búsqueda de aquellas mujeres que han formado parte de sus vidas, las más significativas. El agua suena como nunca, el recuerdo y la mirada de mujer lo ha hecho posible.

Para entonces el criminalizado “feminismo”
Verónica y Jota coinciden en que para ese tiempo ellas no se consideraban feministas, ellas que venían luchas comunitarias, y de grupos más radicales, el feminismo era un término lejano, reducido a los claustros académicos, a los cafés de la pequeña burguesía ilustrada; realidades quizá muy distantes a la de mujeres que hacen la compra para la comida del día con lo que alcance, y organizan la distribución del agua que traían las cisternas porque la que sale del chorro era una ilusión de la “ciudad formal”. Sin embargo reconocen los logros que para entonces se hicieron en términos de protección a las mujeres dentro del marco legal de la nación, “el feminismo era algo de las mujeres burguesas, académicas, interesantes, admiradas muchas de ellas porque eran de izquierda, compañeras que dieron la lucha en el año 83, 84 por la reforma del código civil, en ese momento había espacio de mujeres que eran de derecha y de izquierda, que liderizaban reformas constitucionales, generaron la primera ley contra la violencia hacia la mujer”.


Acompañar y formarse para acompañar
El proceso de acompañamiento a mujeres en situación de violencia, estaba determinado en gran medida por la relación afectiva, personal, no existían para entonces instrumentos legales para denunciar la situación de una mujer agredida por su conyugue, el silencio del estado era la condición precisa para el ejercicio del ciclo de la violencia en total impunidad.  “Nosotras empezamos a denunciar esa situación, y encontrarnos nosotras mismas con esas mujeres en situación de violencia, apoyarlas, acompañarlas, no había instrumentos legales, no podíamos recurrir a una fiscalía a hacer una denuncia, era solamente lo que nosotras con ellas podíamos hacer, acompañarlas en su proceso de crecimiento, para que ellas fueran progresivamente asumiendo la soberanía sobre su vida”. 

Las mujeres por la vida tuvieron entonces que formarse para acompañar, generar herramientas, disciplinar la lucha. Cuenta Jota que de los primeros materiales que llegaron a sus manos fueron unos manuales de organización popular de Centro América, que eran para el trabajo con las emociones, con un conjunto de dinámicas para trabajar el miedo, la rabia, la tristeza; era específicamente para trabajar con mujeres en situación de violencia, eran desde la perspectiva de la educación popular. Y lo que marcó un antes y un después en el crecimiento del movimiento fue la llegada María José Commenford al grupo, ella era Ecofeminista, y sus aportes teóricos fueron de gran importancia, “poco a poco nos fuimos dando cuenta del nivel de formación que tenía María José, y sin embargo la humildad tan grande, y el reconocimiento de lo que nosotras éramos, ella siempre nos valoró muchísimo, y se insertó con nosotras como una más; sólo después es que ella empieza a introducir todos los elementos que manejaba, pero fundamentalmente al principio se convirtió en una más, ella fue la que no hizo conocer el patriarcado y el feminismo desde otra óptica, compartir materiales, la oportunidad de traer a Ivonne Guevara, la Ecofeminista de latinoamericana quizás más importante, estuvimos en un taller con ella, después tuvimos la oportunidad de ir a Chile con el Colectivo Conspirando, nuestra participación en las Escuelas de Espiritualidad y Ética Ecofeminista. Eso nos dio la perspectiva feminista, nos empezó a dar un basamento del trabajo que hacíamos, más visión de cuál era el sistema de opresión que estaba detrás de todo eso, que nosotras no lo conocíamos, pero en el principio  fue fundamentalmente lo que venía desde la educación popular para el trabajo con mujeres, eso fue lo que a nosotras primero nos llegó”.

¿Somos feministas?
-¿Entonces hay otro feminismo? ¿Hay varios? ¿Cuál es el que se parece a nosotras?, ¿cuál es el que da respuestas a nuestras búsqueda desde mujeres pobres y revolucionarias? - preguntas como estas se hacían en medio de las conversas, “ y sólo después de las lecturas, y empezar a generar conversaciones con otras compañeras, que a lo mejor no tenían la lectura como una parte importante,  fue como empezar a ver que esto del feminismo no era tan alejado de las mujeres pobres, sin necesidad de decir un día -nos declaramos feministas-, como que nos fue saliendo naturalmente, que éramos feministas y antipatriarcales y que eso era parte de nuestra vida, nos fuimos como metiendo en ese mundo y comprender que el feminismo tenía una cantidad de cosas que aprender que nos daban respuestas a cuestiones de nuestra vida”. Parte de ese acercamiento con otras feministas, desde la lectura, la interpretación e interpelación con la propia realidad individual y de clase, llevó también al cultivo de la espiritualidad, una que permitiera cada vez más liberar, soltar ataduras de un sistema que por siglos ha condenado a las mujeres física y espiritualmente. Hermosas escenas de mujeres sentadas en círculo, tomadas de las manos, en oración diversa, cada quien en la suya, en el silencio de la contemplación, en la risa de la comunión, en la soltura de la sencillez. Esas mismas mujeres que fueron condenadas a cuidar de otros y otras, nunca de sí, miles de años de sueño y paz les debe la humanidad.

Otros tiempos
“Y claro por supuesto que el presidente Chávez se declarara feminista fue una ayuda, aunque sabemos que en su práctica no lo era, pero Chávez decía -dónde hay opresión para yo denunciarla y dónde hay un proyecto de liberación para yo apoyarlo, y si este proyecto de liberación de ustedes se llama feminismo yo soy feminista; eso ayudó mucho a desmitificar el término, a desbloquearlo”, dice Jota cuando le pregunto cómo el movimiento analiza las políticas de estado dirigidas a la seguridad de las mujeres, a la reivindicación de sus derechos, en el proceso político que liderizó Chávez desde 1998. Estos eran otros tiempos, y el panorama de las múltiples luchas del pueblo encontraba resonancia en el discurso de este presidente, en el fuerte vínculo de identidad con las voces silenciadas por la cuarta república, entre ellas, las de las mujeres pobres. 

“Lo primera fue la ley contra la violencia de la mujer y la familia, que reconocía 4 tipos de violencia, eso fue una alegría inmensa, de ver que había por fin algo en lo que respaldarse legalmente, esa ley fue promulgada por el presidente Chávez en el 99. Promovida y revalorada por el grupo de mujeres de Caracas, que eran las que podían participar en esas cosas. Nosotras participamos del proceso constituyente, en los debates para que la constitución reconociera las expectativas específicas de las mujeres. Otra alegría fue cuando se hizo el reconocimiento del trabajo domestico, el reconocimiento del lenguaje de inclusión, que nosotras todavía no teníamos bien asimilado. Fue sentir que todo lo que habíamos luchado tenía un sentido y estaba siendo reconocido dentro del proceso revolucionario”. 

Verónica, se queda pensando ante la pregunta, sus posiciones suelen ser agudas, críticas pero justas. Reconoce el proceso en el cual las mujeres pudieron formar parte de los procesos participativos en la dinámica masiva que el proyecto bolivariano planteó en primer momento, -nunca será la misma una mujer que siente que su palabra y su opinión cuentan-, retoma la idea de las mujeres que en los sectores populares siempre han resguardado la vida, que han cuidado del agua, de la educación, del diálogo, y como este proceso político les permitió tener herramientas para transformar sus comunidades, para mejorar las condiciones de vida, nombra las experiencias de las mesas técnicas de agua y los consejos comunales, donde la mayoría de las que participan son mujeres. Valora eso, y suelta “pero finalmente son los pueblos los que hacen las revoluciones, no los gobiernos”. La esperanza revolucionaria es un concepto que la circunda, abarcante, casi del tamaño de su piel.
Es irónico que justo en este tiempo de la nación, el tiempo de este movimiento de mujeres estuviera un poco quieto, ellas jamás, asumieron responsabilidades que el mismo proceso histórico las llevó, en instituciones y otras iniciativas movilizantes, donde –dicen ellas-, nunca dejaron de ser Mujeres por la Vida, “porque eso es una esencia, un hacer que llevamos a cada uno de los espacios donde hacemos vida”.



A propósito de Pal' Carajo. No morirá la flor de la palabra


“si he dejado de creer en líderes
si la dialéctica se pudre en las cabezas de todos ellos
(y en la mía por supuesto)
si la unidad es un sofisma
si el partido deviene tertulia de burócratas y afines
si hasta aquí me trajo el río
entonces tendré que contradecir al río
y seguir aferrada a mis convicciones
aun en contra de mi pequeñez”
Lydda Franco Farías
No hablaré en nombre de mi generación, los diálogos del transcurso del tiempo en los cuerpos, están compuestos de abstracciones tales como el color, la sombra, y la sensación de una respiración en la nuca. Y sin embargo, apelo a los duelos y a las texturas que nos hermanan en las fracciones de historia (esa otra abstracción parecida a círculos o a líneas que van desde la punta de la cabeza hasta nuestros pies). Nadie dijo que sería fácil partir, recogerse, mirar en detalle, gritar, totalizar la vida en el derecho a no poner las dos mejillas. Nadie dijo que colocarse en un lugar de la tierra y defenderlo a todo cuerpo, a todo corazón, no nos expondría.
Ni hablaré del crimen que en la calle impone la muerte y la miseria de una clase ajena al sentir y razón de toda vida en justicia, de todo horizonte posible para nuestros hijos e hijas, ese es cantar de otras luces, para los soldados del horror nuestro más profundo desprecio, nuestra más fuerte convicción de lucha. Hablaré en cambio de otro tipo de crimen, al que le cae el peso unos cuantos años de “militancia” pagada, de “activismo” ministerial, hablaré para los “militantes” de la Diego Ibarra y el callejón, para los jalabolas, para los habladores de manual, para los burócratas “alternativos”, para los hijos de la pantalla, para los mediocres de la idea de cartón, de la vida de cartón, de los sueños de cartón, para los colaboradores por omisión, para los corruptos, para los acomodados, para los delatores.  Para ellos la palabra visceral, escupiente, -les hablo en en términos del asco-
**
La dignidad. Ese el inicio de un lugar desde donde mirar, para juntar las manos, para existir. En los ochenta mi abuela iba a la prensa a denunciar la desaparición de sus hijos, el allanamiento de su hogar, la persecución, el miedo a la muerte de los suyos, y eso seguro no los salvó, pero en sus once partos cabía entera la palabra –dignidad- y si eso implicaba ir a todos los rincones del mundo a denunciar la infamia, ella estaría ahí, ella y su dignidad. Los manuales de “buena conducta revolucionaria” no explican cómo mantenernos dignos ante el empuje de la miseria, ante la ceguera generalizada, ante el cinismo, y la estafa; eso se aprende con los golpes del andar - afuera las manos son posibles porque crean-. Mi abuela era analfabeta, campesina y cuidadora, hoy sus hijos son comunistas, más por ella que por Marx. 

Cuántos años ha tenido este pueblo la cabeza alta, como Domitila? Y cuántos golpes bajos, látigo de hambre y de explotación ha soportado con los ojos abiertos?, tiene o no tiene derecho a decir desde su arrechera cuando sea necesario? Puede o no puede reivindicar la armonía de los pocos pasos que pudimos ponernos de acuerdo para avanzar? Que tire la primera piedra quien se comió el cuento del discurso de la “tolerancia” (que invisibiliza, cubre, silencia), de la palabra en buena lid, de la misa en que se ha convertido el discurso de lo oficial, de la manera correcta de “decir”, la colonizada manera de pensar. Todo empezó el día en que creíamos en que realmente una lucha de clases podía encarnarse en una revolución “pacífica”, en que las estructuras podridas de la burguesía nos servirían para construir una sociedad nueva.

“Te pego pero dejo que te masturbes”, así suena la lógica de un poder atornillado de pie en el estancamiento de la eterna transición, atornillamiento que habla hueco en el oído pasivo del pueblo, mientras lo saquea en nombre de dios padre, de dios hombre, de dios supremo-hombre. Ese hombre que llamamos Comandante cabía en caudal de río en nuestras bocas, porque de él venimos iguales, porque la misma rabia nos unía, la misma irreverencia; porque ese tipo era de nuestra propia carne, eirukû le dirían los wayuu (nuestra carne, nuestro clan); ¿y eso acaso nos anuló la cualidad de la invención, la idea propia, el ingenio en mirada prospectiva de una sociedad distinta? ¿O por el contrario nos permitió abrir puertas, internas puertas del ajustamiento de nuestra conciencia?

Yo me pregunto si acaso veremos pasar de brazos cruzados la venta de lo que durante años nos luchamos, a costa del agotamiento, a costa de la paciencia, a costa de la armadura cotidiana? Y es que acaso someteremos nuestra arrechera al silencio del miedo a las represalias del poder?. Me pregunto si entonces habría que colocar un punto en la historia de un país que ha sido signo de fuego, porque ni quinientos años de colonización nos han quitado el arrebato de un caribe latiente en las sienes; ¿cuántas veces más dejaremos que vendan nuestra tierra, el cuerpo y la vitalidad de los que vendrán? ¿Seguirán trabajando para el rico en medio de una fantasía retórica de igualdad y justicia?, ¿serán las víctimas de los carteles, de la mafia, de la corrupción, del inagotable (nunca detenido) saqueo de nuestro estómago, saqueo de nuestras almas, saqueo de nuestras conciencias? –¿lo seguiremos siendo?. Y les pregunto, a los defensores de las migas que caen de las mesas de “paz”, ¿le harán la jugada sucia al poder? ¿Colocarán los nombres del que se arrecha legítimamente ante la venta de nuestro destino, al otro lado de la acera para justificar la represión, el hostigamiento? ¿Someterán su palabra a la defensa de lo indefendible? 

El maldito estancamiento de la pasión paridora, el pacto a ciegas que hicimos nos puso de puños abajo, ¿será que realmente nos quedaremos en silencio? ¿Y de cuál silencio hablamos? ¿El del miedo, el de la resignación, el de mediocre y cobarde sincronía con el baile del poder?. Ruido, debe venir el ruido. Los planetas se hicieron de ruido, los mares en fondo son ruido, los vientres de las mujeres que aman son de ruido, las revoluciones nacieron del ruido, de la rabia y de la rebeldía. Los sumisos, los vendidos, los cobardes que se queden en su nido de voluntad corrompida, en su pataleo de formas correctas, pisa pasitos.


**
Yo recuerdo haber llorado en medio de una avenida de esta ciudad, llena de un rojo profundo, sinceramente hermanado con la memoria, abierto el pecho porque ahí, en ese inmenso aire, espeso de sudor, de herida reivindicada, había un suelo donde sembrar algo. Del cielo de las testas, del cielo de la fuerza común, vi caer semillas, vi sujetar la tierra en la posibilidad de un campo de árboles alzados, rompiendo azul la blancura de la tarde que Simón soñó traicionado y solo en Santa Marta, y que Aquiles susurraba sobre su caballo de colores. Yo vi hombres y mujeres- país, yo vi la terca dignidad sostener una nación expoliada…es así, desde el asco que me causa su silencio, su comodidad, su cobardía, que yo también les digo que se pueden ir al carajo. Me quedo con mi dignidad, me quedo con Domitila.