sábado, 31 de mayo de 2014

CONDUCTAS INSANAS DE LA MENTE II (haciéndole el coro a Ale)

Cuando la gente habla del "amor" , y en mi caso cuando digo -la gente-, me refiero a una amplia gama de hombre y mujeres por encima de los treinta años, escritores, cinéfilos, filósofos, audiovisualeros de toda raza, militantes de las causas justas (estos son excepciones, pues la realidad que se de ha transformar no pasa por el concepto del amor, -eso no se los cree nadie-). Sigo, cuando la "gente" habla del amor pasa como relámpago a traición de la razón, que la imaginación me planta un inmenso globo blanco por encima de sus cabezas, en ese momento de lucidez y franqueza total con que la gente habla del "amor", ese globo toma la dimensión de una pantalla de cine a todo color, por donde pasan las imágenes más estereotipadas, cursis y lugar comuneras que nuestra querida colonización mental nos ha sabido configurar como imaginación.
Es así como podemos en ese ejercicio del escucha, silencio comprensivo de la incondicional, mezclar nuestros recuerdos con una escena erótica de cine italiano, o una canción ochentosa de la trova, o incluso ponemos a interactuar al personaje en cuestión (víctima o verdugo) con nuestra propia experiencia acerca de este pináculo de la vida, "el amor". 
Nos convertimos en una especie de cupido experimental, terapia sin recursos para una conversa de la descarga, estas conversaciones pueden preferiblemente ir acompañadas de los más variados licores, depende siempre del concu-amoroso en cuestión, o de la intensidad de ese "amor" del que hablamos. El siguiente paso suele ser un estadio más bajo de esta construcción cultural del impulso carnal llamado "amor",que es el "despecho", el "guayabo" mejor llamado, ni idea de por qué, lo cual se entiende como la ausencia del "amor", la imposibilidad de, el agotamiento por exceso, por falta o por incomprensión; en todos los casos esta parte de la conversación es siempre más amplia, te puede agarrar en un sofá ajeno hasta las cuatro de la mañana en las posiciones de pierna silente más inverosímiles de la acrobacia trasnochada, o en el despacho del Tercer Mundo con un español machucado de un mesonero asiático al que llamamos durante toda la noche -epa chino!-, y esto pasa porque seguramente los presentes tendrán más experiencia en este eslabón de la vivencia amorosa, que en la primera fase del idilio (entiéndase que en todo momento estamos hablando de los sentires pasionales producidos entre parejas, arrejuntes o peor-es-nada), en algún momento del largo espectáculo de llantos, sorbos del vaso hasta el fondo, colillas de cigarro en cerritos nauseabundos y humeantes, abrazos esporádicos, una se hace la pregunta entre dientes, -carajo pero si tenía cuatro meses con el tipo como puede ser un despecho tal?- o peor aún -pero si todos nos dimos que la tipa no te quería hace tres años, cómo tú no?, será pendejo o qué?-. Una pasa de ser de un cupido a un cruel Pepe Grillo de la razón absoluta, el experimentador precoz, el Paulo Cohelo de la nocturnidad. 
Pero como sabemos cómo termina el cuento, porque lo hemos escuchado mil veces, empezamos a darle la vuelta en esa ruleta rusa infeliz de la suposiciones, -quizá si no hubiera presionado tanto, si tuviera más tiempo, si me hubiera dado cuenta antes no habría perdido estos años de mi vida, si le hubiera parado bolas a la intuición, quizá no era tan mal idea lo de la terapia de pareja, bla bla bla- todo queda en el recóndito escondrijo del fracaso, y esa es la trampa en la que se engarza el escucha, quien en su perdida de visión objetiva o de rol coyuntural pasa a ser también víctima del "guayabo", que debe ser algo así como un estado de la conciencia, un país en otra dimensión, un llegadero, porque el que todos pasamos en tránsito de iniciación al sentido último de la vida, se supone que pasar por esta "prueba" te hará más sabio, -me sirvió para entender muchas cosas de mí- -a veces agradezco que la vida me haya dado este golpe tan fuerte--bla bla bla- , cuando decimos estas frases trilladas, desvinculadas a cualquier carne-alma, en realidad estamos pensando -ese hijo de p...- -por qué seré yo tan idiota, dios mio pero si era tan obvio- -que horror cómo pude pasar tanto tiempo y por qué no se me quita esta vaina ya- -será que todavía- -y si le escribo, noooo, y sí lo llamo, noooo- también bla bla bla. 
Las conductas insanas de la mente en su mejor momento, revolcándose en el atolladero del resentimiento, el filo del quiebre, el despojo absoluto de la soledad desnuda, uno o dos golpes?, aquí es cuando se dispara caoticamente el atragantamiento de la palabra, y ya no nos funciona el guionsito de bajo presupuesto del experimentador precoz, nos hemos quedado con las manos vacías y la garganta seca, viene el llanto, viene la rabia, viene el arrepentimiento. Sí nuestro ahora receptor de misiles odio-mundo, víctima total del desencanto de la humanidad, cumple bien su rol, te consolará con cartones como -pero eso pasó hace ya tiempo negra, no vale la pena que, mejor pidamos otra cerveza, pero si finalmente tu nunca quisiste realmente a ese tipo, es que nunca te has dado el tiempo, bla bla bla- snif snif , acto incomparable del subsuelo, corazones rotos a mi!. La respuesta esperada -tienes razón, no se por qué no puedo superar esta vaina, es que es muy duro, tú entiendes no?- , en esta parte ya no hay globo blanco, todos yacen desinflados por el suelo, por completo rendidos ante el lugar común de la existencia pueril.
Al día siguiente, metro como escenario del relato (en su defecto calle con mucha gente), retrato devuelto por vidriera, ojos hinchados, boca roja, el peso de la culpa astral de la memoria, recuerdas el momento en que decidiste salir del recinto de la intimidad confidencial, dejar a la "gente" con su historia en una mesa, para marcar 04----- , para luego escuchar piiiiiiiiii,piiiiiiiiiii,piiiiiiiiiiii (interminable onomatopeya de la valentía efímera) -su llamada será atendida por el buzón de mensaje-. 

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